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Una fantasía espacial: The Wild Blue Yonder (2005) de Werner Herzog

  • Foto del escritor: Casa Negra
    Casa Negra
  • 19 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Por Jetsael Villegas Mendoza



Probablemente el cine sobre extraterrestres más popular sea el realizado Steven Spielberg, quien ha entregado clásicos como Close Encounters of the Third Kind (1978) o E.T. the Extra-terrestrial (1982). Ambas películas, desde un punto de vista inocente y esperanzador, hablan sobre la relación entre la humanidad y otras formas de vida inteligente. En otros largometrajes, la mayoría hollywoodenses, el propósito principal de estos visitantes espaciales es la dominación total del planeta Tierra tal y como sucede en Mars Attacks! de Tim Burton o Independence Day de Roland Emmerich, ambas de 1996.


Aunque los extraterrestres han sido conquistados por la industria cinematográfica estadounidense, existen propuestas de corte independiente provenientes de otros países como la británica Monsters (Gareth Edwards, 2010), la cual profundiza en las decadentes relaciones humanas contemporáneas a raíz de una invasión realizada por monstruos gigantes del espacio, y la argentina Plaga Zombie (Pablo Parés, 1997), sobre una enfermedad que convierte a los humanos en zombies como parte de un elaborado plan de los marcianos para invadir la Tierra. En fin, propuestas hay, pero quizá pocas son tan poéticamente visuales como The Wild Blue Yonder del alemán Werner Herzog.


El largometraje registra las declaraciones de un alien (interpretado por Brad Dourif), quien narra la historia de su planeta moribundo (The Wild Blue Yonder) y los intentos infructuosos de crear asentamientos en la Tierra para su especie. Paralelamente, un grupo de astronautas decide buscar un planeta que los humanos puedan habitar.


Desde los primeros minutos, Herzog deja claro que no es una típica película de invasión alienígena. En una secuencia, el alien afirma que su raza es patética porque ni siquiera consiguieron fundar un pequeño pueblo para los suyos en una zona desértica de los Estados Unidos. En ese sentido, el director subvierte la imagen mainstream del extraterrestre, generalmente más inteligente y con un arsenal militar capaz de erradicar la vida en la Tierra. En su lugar, dota a su personaje principal con características humanas no solamente físicas, sino también emocionales como la nostalgia, la tristeza y la sensación soledad.



Esta “fantasía de ciencia ficción”, como el realizador la llama, está construída a partir de material audiovisual de archivo: las grabaciones del espacio corresponden a una misión de la sonda Galileo de la NASA y las tomas de la Antártida fueron rodadas por el músico Henry Kaiser. Se filmaron exclusivamente para la película los segmentos del alien y un par de entrevistas a tres matemáticos que profundizan en la teoría de cuerdas y los agujeros de gusano. También hay referencias al caso Roswell, la supuesta nave alienígena descubierta y escondida por la CIA en 1947. En suma, un completo collage que alcanza una poesía visual impulsada por la banda sonora compuesta por Ernst Reijseger, cuya función es apelar a la nostalgia, al retorno, a la añoranza del hogar.


A pesar de ser un falso documental, Herzog reflexiona sobre nuestros avances como civilización y la forma en que somos responsables de nuestra propia destrucción gracias a las guerras, la contaminación, la explotación de los recursos naturales y el sedentarismo. De hecho, el moribundo Wild Blue Yonder funciona como proyección de lo que podría suceder con en la Tierra en un futuro no muy lejano. Incluso en un momento del filme se expone implícitamente la máxima siguiente: “Quien no conoce su pasado, está condenado a repetirlo”.


El largometraje cuenta con una poesía visual innegable, pero el hecho de que el material audiovisual de archivo usado esté en formatos diferentes juega en su contra por momentos. Los videos del espacio empleados estaban en 16 mm.; las tomas bajo el agua, en digital SD; y las entrevistas en digital HD. La edición final de The Wild Blue Yonder fue convertida a 35 mm. Así, varios segmentos del filme muestran imágenes estiradas y, en otras, con muy baja calidad. Es de esos extrañisimos casos en los que las cuestiones técnicas terminan afectando de manera visible a la obra cinematográfica


Aun con todos esos detalles técnicos, la película resulta ser de gran valor porque utiliza como pretexto a los extraterrestres para explorar la condición humana y concluir que, si hay seres inteligentes allá afuera, probablemente son muy similares a nosotros: sus errores son nuestros errores y su Wild Blue Yonder es nuestra Tierra.



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