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Una ciudad sin voz: La antena (2007) de Esteban Sapir

  • Foto del escritor: Casa Negra
    Casa Negra
  • 30 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Por: Jetsael Villegas Mendoza.

“Nos han quitado la voz, pero aún tenemos las palabras”, afirma solemnemente El Abuelo, uno de los personajes del filme. La antena es el segundo trabajo cinematográfico del argentino Esteban Sapir y en él plasma la forma en cómo los medios de comunicación especialmente la TV buscan omitir todas las voces (las disidentes, las disruptivas, las diferentes) para coronarse como los únicos portadores de la verdad y, por lo tanto, mantener a la población bajo su control.


Hace muchos años una ciudad se quedó sin voces, alguien se las llevó. Con el tiempo, el suceso se volvió un simple recuerdo. Ahora los habitantes viven bajo el dominio del poderoso Sr. TV (Alejandro Urdapilleta), dueño de la única cadena de televisión existente (Alimentos TV). El Sr. TV tiene un plan: poseer la voz de La Mujer Sin Rostro (Florencia Raggi) y así robarle las palabras a la gente con el fin de tener el control total y absoluto sobre ellas. El Inventor (Rafael Ferro), su hija Ana (Sol Moreno) y su ex esposa La Enfermera (Julieta Cardinali) deberán detenerlo antes de que sea demasiado tarde.


Desde los primeros planos del largometraje, Sapir deja muy claro que los referentes a varias etapas y corrientes del cine serán esenciales para el desarrollo del argumento: un diseño de arte que combina elementos del expresionismo alemán, el cine negro, el surrealismo y el trabajo visual de Georges Méliès, los cuales construyen un universo y una atmósfera donde los personajes están bajo vigilancia y observación constantes de un sistema totalitario.


Aunque se trata de una película silente en blanco y negro, las palabras son importantes. Dentro de la gran metáfora sobre el totalitarismo que es La antena, a través de rótulos conocemos no solamente las ideas de los protagonistas y antagonistas, sino también sus características emocionales: desde el uso de mayúsculas por parte de los malos generalmente figuras de autoridad, hasta los movimientos de los textos por parte de los héroes que precisamente reflejan una energía que no puede canalizarse en función del sistema establecido por el Sr. TV).



El Sr. TV quiere quitarle las palabras a la población para que ésta no sea capaz de pensar y pueda ser manipulada a través de la televisión. ¿Acaso no es cierto que los gobiernos totalitarios buscan imponer su pensamiento y eliminar a todos aquellos que lo cuestionen? Ese es el sentido profundo del largometraje: el de un grupo de personas cuya misión es acabar con un sistema opresor. Por si quedara duda de que el director habla del totalitarismo, en la secuencia donde el Sr. TV experimenta con La Mujer Sin Rostro puede verse una esvástica,clara alusión al nazismo.


Desde luego, el tema no es para nada original, pero el mundo construido por Sapir no deja de ser interesante principalmente por su atmósfera. Sin embargo, Sapir quien también escribió el guion no logra darle profundidad a sus personajes, los cuales sufren pérdidas que parecen no importarles y cuyos vínculos afectivos no se desarrollan, simplemente de dan por hecho. Aun así, La antena sigue siendo un trabajo vigente, y más en nuestros días, donde la televisión busca absorber las voces provenientes de los medios nacidos en la era digital.





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