Los personajes enclaustrados: Chicuarotes (2019) de Gael García Bernal
- Casa Negra
- 31 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Por Jetsael Villegas Mendoza

En Chicuarotes (2019), segundo trabajo como director del actor mexicano Gael García Bernal, vemos cómo los personajes —así como sus sueños y aspiraciones— se encuentran atrapados dentro de las (peligrosas) calles de un pueblito de Xochimilco. Para salir de ahí y encontrar un futuro mejor, los protagonistas tendrán que jugarse el todo por el todo, sin cuestionarse moralmente sus acciones.
Cagalera (Benny Emmanuel) y Moloteco (Gabriel Carbajal) son dos adolescentes oriundos de San Gregorio Atlapulco en Xochimilco —“chicuarotes” es el nombre que reciben los habitantes de esa región—, que buscan alejarse de la opresión en la que viven: marginación, crimen y pocas oportunidades laborales. Cuando se enteran que pueden comprar una plaza en el sindicato de electricistas, que podría ser su oportunidad de “escapar”, deciden realizar un secuestro del que esperan obtener el dinero necesario; sin embargo, una serie de torpezas y descuidos pondrán sus vidas en peligro.
A García Bernal le interesó plasmar en este largometraje las aspiraciones de las personas menos favorecidas económicamente, pero que muchas veces —ante la falta de oportunidades— tienen que adentrarse al mundo delincuencial para poder cumplir su sueño de vivir en mejores condiciones. Por ejemplo, en la secuencia inicial vemos a Cagalera y Moloteco asaltar un camión luego de que ninguno de los pasajeros les diera ni una sola moneda tras presentar su repertorio de chistes (que no tienen gracia, probablemente así lo planeó el guionista Augusto Mendoza).
Una de las inquietudes del director fue mostrar a los protagonistas en su entorno cotidiano. Cagalera y Moloteco viven al día, comiendo alimentos destinados para los afectados por los sismos de 2017; deambulando las calles de San Gregorio durante la noche; bebiendo afuera de la tiendita de la tía; o peleándose con los del otro pueblo por ofender y violentar a sus mujeres (“¡Que sea la última vez que dedeas a nuestras viejas!”, amenaza Cagalera en una de las escenas).

No obstante, más allá de sólo poner en escena la vida diaria de sus personajes, García Bernal se encarga de mostrarlos atrapados en un lugar donde aparentemente no existe la ley, la gente busca justicia a mano propia y el crimen es el pan de cada día. El enclaustramiento de los protagonistas se muestra a través de planos medios y espacios cerrados, con los que se sugiere que no tienen oportunidad de salir de su condición socioeconómica, al menos no de la forma en que decidieron hacerlo. Incluso cuando están en exteriores, los encuadres dan la sensación de que Calaguera y Moloteco viven sofocados ante la falta de salidas hacia una vida mejor.
La esencia del enclaustramiento se encuentra en una pequeña escena. Tras una pelea con su padre, Calaguera visita a su novia, Sugheilli (Leidi Gutiérrez) por la noche. En el cuarto de ella, él ve con atención a dos ajolotes en una pecera, un macho y una hembra. “¿Por qué no los sacas a que naden en el lago?”, pregunta él con curiosidad; ella responde que, si lo hace, se morirían. García Bernal juega con la idea de que, al igual que aquellos pequeños anfibios, la libertad que Calaguera tanto anhela podría costarle la vida.
Otro elemento temático recurrente en la película es la violencia machista, que se potencia en contextos donde abundan el crimen, el desempleo y conflictos entre hombres. Hay muchos ejemplos a lo largo de la película, pero quizá uno de los más claros está cuando Chillamil (Daniel Giménez Cacho) quiere violar a Sugheilli para castigar a Moloteco por el secuestro que cometió. En nuestro país y muchos otros aún sigue la creencia de que la mujer es propiedad del hombre; así, agredirla es dañarlo. Esto también se manifiesta en otra escena, en la cual Moloteco le exige a otro personaje que le pida perdón por haber manoseado a su hermana.
Aunque el filme está ambientado en un pueblo de Xochimilco, las situaciones descritas podrían encajar en muchas colonias populares de la Ciudad de México. En ese sentido, parece que el director trata de realizar un arquetipo de los barrios menos favorecidos del país. Ahí radica uno de los mayores logros de Gael García Bernal con Chicuarotes.
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