Las Niñas Bien
- Casa Negra
- 7 may 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 may 2019

“Es mi cumpleaños. Llevo puesto el vestido de marfil que compré en Nueva York”(Sofía describe lo más importante en su mente). Ella no obtiene ni una pizca de satisfacción por tener salud y a tres hermosos hijos. Su regocijo proviene de hacer compras, jugar al tenis y asistir a lujosas reuniones sociales.
La sinceridad de sus “amigas” es tan frágil como la tortilla de un taco. Todo es una fachada y un juego. Entonces, cuando el dinero disminuye gradualmente, tiene que arreglárselas, sabiendo que su posición social está desapareciendo. Al mostrar el impacto de la crisis, cuando el estatus de Sofía cae, también afecta a los que trabajan para ella.
Esta película está inspirada en la colección de cuentos y artículos de la popular escritora mexicana Gaudalupe Loaeza, “Las Niñas Bien”, publicada en 1985. Loaeza, miembro de la clase alta de México, escribió estas críticas sociales que eran accesibles para cualquier lector tradicional. En ellas explora el mundo de la burguesía durante la crisis financiera de 1982, cuando México dejó de pagar su deuda soberana y el valor del peso fluctuó violentamente. El precio del dólar se incrementó exageradamente. La gente rica comenzó a suicidarse. Es una historia sobre la crisis de la deuda mexicana que lleva a la nacionalización de los bancos, desde el punto de vista de las esposas y las familias de los hombres que se beneficiaron del antiguo sistema.

La directora Alejandra Márquez Abella, eligió un ángulo diferente para abordar el dibujo de los cuentos de Loaeza. Notó que en la bibliografía, había una oportunidad de realización cinematográfica que necesitaba aprovechar, una fuente abundante de material, debido a que el libro describe detalles precisos de todo; desde el desarrollo de personajes, hasta objetos ínfimos como aretes, tenedores, las hombreras de la ropa, que incluso se convierten en un personaje más representando la lucha de Sofía por mantener las apariencias.
Bañándose pacientemente en el exceso de la alta sociedad, la cámara hace que el público se sienta como un integrante silencioso del círculo íntimo de Sofía. Únicamente los personajes principales aparecen en primer plano, todo lo demás está constantemente borroso, manteniendo el enfoque en las mujeres. La película también ofrece comentarios conmovedores sobre cómo los hombres, incluido el Presidente de México y sus funcionarios, jugaban con el dinero de la gente solo para humillarla.
La música de Tomás Barreiro (Güeros, Museo) se emplea como un efecto para enfatizar ciertos eventos a medida que ocurren, para significar esta crisis creciente en los asuntos personales. Es una inyección de adrenalina a un guión que es quizá un poco agobiante. Se trata de un score no convencional, realizado a base de latidos, aplausos y sonidos de instrumentos de cuerda reproducidos en reversa.
La película está tan cuidadosamente construida que incluso los momentos más bajos de Sofía se sienten refinados. Hay un trabajo sólido para captar el impacto emocional del declive económico y para establecer paralelos con la actualidad. Aunque no se proporciona el golpe de gracia que parece acumular el filme durante toda su duración; abrazar el desorden de perder la riqueza y soportar la realidad. En vez de eso, se apuesta nuevamente por una escena simbólica que captura la crueldad de la clase elite, en una fantástica sátira social… “había una broma común en aquellos tiempos, cuando el ex presidente López Portillo entraba en un restaurante, los comensales en el lugar empezaban a ladrarle”.
Las Niñas Bien, es una obra mexicana interesante para aficionados al cine con gustos específicos. Esta triste historia de la caída de una vida privilegiada, no atraerá a la mayoría de las personas. Algunos sólo apreciarán su realización ultraestética, o la forma en que Ilse Salas ordena la pantalla como Sofía. La película es meditabunda, y obliga a entender que el derecho basado en la riqueza no es más que una experiencia temporal.
Las Niñas Bien | Alejandra Márquez Abella | México | 2018 | 93 minutos.
Por Juan Contreras
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