La venganza roja: Mandy (2018) de Panos Cosmatos
- Casa Negra
- 30 may 2020
- 3 Min. de lectura
Por Jetsael Villegas Mendoza

La venganza es un tema abordado incontables veces en el cine. Por ejemplo, en 1974 apareció la película Death Wish —estelarizada por Charles Bronson— donde un arquitecto emprende un viaje para privar de la vida a quienes asesinaron a su esposa e hija; en 2014 fuimos testigos de la primera entrega de la saga John Wick —que marcó el regreso triunfal de Keanu Reeves—, en la cual un ex asesino a sueldo tiene que volver al negocio y encontrar a quienes mataron a su perro, último regalo de su fallecida esposa.
Precisamente Mandy sigue el arco clásico del vengador, pero su director Panos Cosmatos se apropia de él para explorar los mundos oníricos, lo cual deriva en un viaje lisérgico y hermosamente inquietante.
Tras la muerte de Mandy (Andrea Riseborough), quien es quemada viva por una secta religiosa liderada por Jeremiah (Roache Linus), su esposo Red (Nicolas Cage) decide vengarse de todos los involucrados, por lo que emprenderá un viaje lleno de drogas, alucinaciones, violencia y mucha sangre.
El filme se sostiene sobre un argumento muy básico donde un hombre busca venganza y a simple vista parece que estamos ante una obra genérica, más si tomamos en cuenta a Nicolas Cage como uno de los protagonistas. No obstante, Mandy destaca por el particular estilo visual de Cosmatos, basado en una paleta de colores donde predomina el rojo, motivo visual principal y multifuncional de la película.
Desde los primeros minutos puede apreciarse cómo el color rojo, en tonos saturados, se va apropiando poco a poco de los planos de la película. Una de las funciones de ese color es anticipar el destino de los personajes, la mayoría de ellos morirán de maneras absurdamente violentas, pero verosímiles.
Cosmatos también utiliza el rojo para anunciar la llegada del mal —personificada por tres motoristas, los “Black Skulls”, que parecen salidos del mismo infierno— a la feliz vida en matrimonio de Red y Mandy.
Y la función más importante del color rojo es que representa la transición de los personajes entre lo “real” y lo onírico, que por un lado refleja su psique, pero también ofrece una experiencia sensorial al espectador.

El estilo visual de la película se ve potenciado por la música compuesta por Jóhann Jóhannson —en su mayoría son piezas de heavy metal y rock progresivo— la cual dotan a Mandy de una atmósfera en la que, a pesar de haber planos extremadamente estilizados, siempre existe la impresión de que algo no está bien.
Nuevamente, el argumento se podría contar en 10 minutos, pero el verdadero atractivo está en la exploración formal del director. La búsqueda de venganza de Red comenzará durante la segunda hora del largometraje. Cosmatos va desarrollando la historia de manera pausada para poder profundizar más en sus personajes, aunque después se desprende de ello para proporcionar una serie de secuencias llenas de acción con violencia y sangre al por mayor.
Lo anterior es precisamente el punto flojo de la película, dividida en dos partes que parecen haber sido dirigidas por diferentes personas. El uso del color rojo está presente en todo el filme, pero en el segundo acto comienza a tener menos relevancia dramática. En la segunda parte Nicolas Cage ofrece una actuación típica de él, exagerada y fuera del registro solemne de la primera parte (tema a debatir porque a algunos podría gustarle, pero a otros no). La segunda parte parece inspirada más en el cine serie B, mientras que la segunda entabla diálogo con esa corriente llamada art house horror, la cual busca darle mayor valor artístico y estético al género de terror.
Aunque desbalanceada, Mandy sigue siendo una película que rompe bastante con lo acostumbrado a ver en cuanto historias de venganza se refiere. Panos Cosmatos hace cada vez más evidente su gusto por el cine de género e interés en apropiárselo a través de su estilo, el cual consiste en un ritmo mesurado, una fotografía extremadamente cuidada y los colores como motivos visuales principales.
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