Erotismo y carnalidad en el cine
- Casa Negra
- 22 ago 2019
- 6 Min. de lectura
Por Paul Alfonso Queijeiro Salinas.

¿Por qué apelar al erotismo y no simplemente enunciarlo como sexo? El sexo es fuente de placer y el erotismo también lo es, ¿Será acaso refinamiento? ¿Será un intento por
traspasar la prohibición que conlleva, no sólo hablar del sexo, sino de llevarlo a cabo de manera manifiesta? Anteriormente estaba prohibido hablar de sexo y para nada se tenía noción de la categoría de erotismo, de hecho, para el sexo se tenía destinado, de manera muy contundente y clara, los sujetos y el lugar; los padres y la alcoba de estos. Con el erotismo se busca recuperar lo que al sexo le arrebató la forma discursiva normalizadora, el sexo es lo prohibido, hablar de éste es desafiar la norma, mostrarlo es transgredir el orden moral, insistir es invocar la censura, el erotismo es una construcción cultural y es justo por eso que ni todos los pueblos o civilizaciones la entienden igual y ni en todas las épocas, el contexto circunda al erotismo. Es indudable que el cuerpo, es decir, la carnalidad, experimenta mediante los sentidos, el beso ya quedó rebasado, de hecho ahora el beso se ve como algo casto, incluso los niños se besan en las películas (Mi primer beso, 1991), aunque no se haya recibido como algo natural ni mucho menos como algo normal cuando se grababa la primer escena de beso en el siglo XIX.

El erotismo es el sexo en forma de amor, ya no decimos que tenemos sexo sino que hacemos el amor y el erotismo es lo que se antoja de romántico del intercambio de fluidos y respiraciones jadeosas, no es sólo la unión sexual o el coito, es la consumación del amor que se tienen los involucrados, el erotismo es la mutación del sexo pero es la forma más segura de no caer en la pornografía. El cine está tan obsesionado, como la sociedad en general, con el cuerpo que es justo el erotismo la forma artística de presentar las relaciones carnales dentro de lo políticamente correcto. El erotismo en el cine es no llamar a la censura, es mostrarse un tanto irreverente pero dentro de lo permitido cinematográficamente, no se rebasan los censores que detonan la alarma de la transgresión, es un cine desbordado de amor con sexo casto, el erotismo juega con lo que se oculta. Si el sexo tiene la función, por excelencia, reproductiva de cualquier especie, el erotismo es, sin lugar a dudas, la forma humana, sólo humana y demasiado humana, de aprobar la vida hasta la muerte, el erotismo es la búsqueda psicológica que el acto mismo del sexo no proporciona.
¿Eros o Cupido? No importa, lo que importa es que éste es el responsable de la atracción sexual, del amor y el sexo. El deseo encarnado reprimido por la sociedad busca salida mediante la seducción, no se fija en la culpa impuesta por la sociedad sino en la
posibilidad del artificio liberador que viene de un proceso de producción no sólo discursivo sino histórico. Persuadir con el propósito de modificar y hacer adoptar un determinado comportamiento según una voluntad ajena; un ejercicio de poder erotizado. En palabras de Baudrillard, la seducción representa el dominio del universo simbólico, ya no es represión sino seducción. Es el goce que busca, como energía que es, su propio fin. La seducción está en el orden de lo ritual, el sexo y el deseo están en el orden de lo natural y lo obsceno está en el orden de la representación.
En “El Imperio de los Sentidos” (1976), mostrar los genitales no era nada obsceno y era inevitable y normal no dejar de mirar dos seres justo en el acto sexual al ritmo de la cítara, la lógica insiste de manera demasiado lógica satisfacer el deseo e ir más allá de éste, gozar y gozar. El enamoramiento de dos cuerpos que buscan continuamente complacerse mutuamente; es el amor, es el deseo, es la piel, son las caricias, es la imaginación, es la lívido, es la lujuria, es la conquista del otro, es el desbordamiento de uno, es la no-represión, donde se hunde la ley se instaura el goce, la carne es débil y manda qué hacer, el erotismo es la filosofía dominante y la seducción es el recurso por excelencia, viva la trasgresión pues el principio de placer no tiene fin. El fin sólo es la muerte, los celos y la angustia toman el control y el destino de sus actos hasta que la obsesión se convierte en pérdida total. Matar al otro si no está para mí, nadie más puede tenerlo y mucho menos poseerlo si yo no lo permito, masoquismo por placer, ahora por vicio, los sentidos descubren un nuevo clímax; trastocar la muerte, quitar la vida, la obsesión no es obscena, de hecho es inmensamente superior a los cuerpos, ya no es lógico confiar en la lógica, la seducción ahora es la castración y el sin sentido es la filosofía neutralizada.

Lo carnal es la ansiedad erótica y la oxitocina estimula el logro de la recompensa, la cupido flecha tiene oxitocina, nuestras pieles nos separan pero también nos atraen, nos atrapan. ¿El desborde de oxitocina causa adicción al sexo? En el “Diario de una Ninfómana” (2008), lo que comienza como una curiosidad por el sexo se vuelve una constante búsqueda de experimentar el cuerpo a través del sexo, así sea a través de un sin número de voluntarios cuando a ésta le plazca, hasta hacer del sexo una forma de vida, una vida que requiere su droga y una droga que genera el síndrome de la abstinencia. Tener sexo en la tina de baño, en la mesa, en la cama, en el suelo, donde sea. Erotismo y seducción, sólo se quiere sentir y sentir, el orgasmo lo es todo, mientras más es mejor, qué importa que tenga que ir a la calle a buscar falos firmes dispuestos, no hay lugar para el amor más que del propio amor sexual. El embarazo menos tiene que ver con el erotismo y la seducción, cambiar o seguir igual.

“El amante” (1991), las clases sociales no son una limitante para los amantes, no solo se trata de seducción y erotismo, también hay pasión, y es esta la que los vuelve cómplices. Una complicidad incluso contra sí mismos pues se prohíben mezclar sentimientos que puedan dificultar un seguro distanciamiento pues, además de la diferencia de clases, también hay una diferencia de edad y un compromiso matrimonial que el amante tiene dentro del grupo social al que pertenece, condiciones de considerable peso para esa época. De toda es pasión solo queda soledad.
La tarea, si me aventuro a llamarle así, de autoconocimiento y autodescubrimiento de sí mismo orilla a realizar acciones, de principio un tanto penosas e inseguras, que después se vuelven alimento justo para esa tarea de autodescubrimiento, son los otros que al mirar, refuerzan y ayudan a superar la pena, facilitan convertir en vanidad eso que después torna gozoso el hecho de ser mirada y deseada. Esto es lo que muestra “Jeune & Jolie” (2013), todo por ser auténtica, al parecer no tiene límites ni aun cuando las experiencias lo muestran, sigue con esa inocencia de poder superar sus propios límites, sólo hay emoción por el placer y por ocultarlo, sin embargo, no se puede ocultar hasta que uno de sus amantes muere en pleno acto.

El poder absoluto, el libertinaje, la tiranía y el despotismo, “Calígula” (1979), es lo que produce y reproduce después de asesinar a Tiberio, hasta llegar a prostituir a las esposas de los senadores bajo la justificación del trabajo al servicio del Estado, el erotismo, la seducción y la pasión se desbordan hasta convertirse en depravación, la carnalidad y el placer lo son todo. Todo se transgredió, el nuevo orden moral es justamente la transgresión, invocar a la cordura era la verdadera locura. Sexo, sexo, sexo, esa es la nueva normalización, el erotismo se volvió lo casto, como en su momento se convirtió el beso, de hecho, no hay un solo beso, sólo carnalidad pura y pura carnalidad.
No se hace el amor en absoluto, la carnalidad roza necesariamente lo pornográfico y esta es lo irreverencia que dejó de contenerse. El sexo bajo cualquier circunstancia deja de ser lo que en su momento representó, por excelencia, su función reproductiva, ahora la depravación mediante el sexo es lo humano, demasiado humano, y es con esta nueva máscara que se busca psicológicamente lo que el erotismo no proporciona.
La sociedad ya no reprime el deseo encarnado, ahora lo estimula. Es el poder el que logra esa metamorfosis, ya no hay culpa, la depravación es el artificio que no libera sino es la liberación en sí. No se necesita persuadir, el ejercicio de poder sexualiza- do es lo que seduce ahora, el goce no tiene fin, no puede tener- lo, ya no hay orden ni sexual, ni natural ni representativo.
Bibliografía: BATAILLE, Georges. El erotismo. 1957. Tusquets editores Baudrillar, Jean. De la seducción. 1981. Cátedra. FOUCAULT, Michel. Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. 1976. Siglo XXI.
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