Un crimen llamado deseo
- Casa Negra
- 31 jul 2019
- 4 Min. de lectura
Por Carlos Avendaño Iturbe

Cualquier historia no puede iniciar sin un deseo pues parece que el deseo es propio de la naturaleza humana. Se desea sabiduría, se desea felicidad, plenitud, salud y amor. Se desea sexo, se desea lo erótico, lo prohibido, el sueño y la vida. ¿Y qué es el deseo? Siempre es con algo, hacia algo, por algo. Desear para tener, ¿tener qué? ¿Una caricia, un beso, un abrazo? Si el deseo se alcanza, se satisface lo deseado y el deseo parece desaparecer. ¿Cumplir el deseo es liberarse? ¿Liberarse de qué? ¿De una frustración, o quizás, del propio deseo? Y sin deseo, ¿qué deseo de la vida?
Ensayo de un crimen (1955), de Luis Buñuel, inicia con un deseo muy particular: Archibaldo, apenas un niño, desea la muerte de su institutriz. Es hora de cenar y la institutriz ha traído la merienda. Archibaldo se esconde en el armario de su madre: se ha puesto unos tacones y un corset. La institutriz lo encuentra y lo regaña, esos no son juegos de un niño bien portado. La madre, de vestido elegante negro, entra para consentir a su hijo con un caja musical que le ha conseguido. Ella irá al teatro con su esposo, el padre de Archibaldo, y el regalo es una mera distracción de su partida. La institutriz le cuenta una historia —que también nace del deseo— sobre el origen de esa caja musical. Un genio la fabricó para que un rey eliminara a sus enemigos si activaba el resorte. El pequeño Archibaldo cree en el poder de la caja musical y deja sonar su armonía; a continuación, algo extraño ocurre. La institutriz recibe una bala que se disparó desde afuera, en las calles donde se lucha la revolución.
El pequeño Archibaldo se cree culpable por la muerte de la institutriz. La bala, metáfora de su deseo, “viene de afuera y altera radicalmente la vida recatada en el interior de una casa burguesa”. La mirada de Buñuel sobre este acontecimiento (1) nos hace partícipe del placer del pequeño Archibaldo. La sangre que derrama su cabeza inerte y las piernas descubiertas que despiertan una pulsión erótica. Las imágenes eróticas de Buñuel resaltan “específicas parte del cuerpo, relacionados directamente con sus fascinaciones: las piernas, las pantorrillas, los muslos y los pies”. En Ensayo de un crimen, las imágenes dirigen su atención a las piernas de (2) las mujeres que desea Archibaldo: Patricia, Lavinia y Carlota. Durante la película, Archibaldo intenta asesinar a estas mujeres. Aunque él desea sus muertes e intenta cometer los crímenes, ellas mueren por otras razones ajenas a Archibaldo. Estas mujeres representan para Archibaldo, por un lado, la relación que tenía con su madre; y por otro, figuras de poder y dominio durante su infancia.
Años más tarde, Archibaldo encontrará la caja musical de su infancia en una subasta. Al llegar a su casa Archibaldo encuentra un lugar en el cual puede disfrutar de la caja musical sólo para sí mismo. La armonía, todavía dulce como la recordaba. Archibaldo va al baño para afeitarse y se corta accidentalmente. La armonía que antes era inocente ahora suena espeluznante. Un rió de sangre y una ola de humo corre por encima de la imagen de la institutriz que yace en el piso y de sus piernas. La navaja será el arma que Archibaldo utilizará en dos de sus intentos de asesinato. Y la armonía de la caja musical es un leitmotiv que anuncia el deseo de Archibaldo. Este personaje dice tener dos naturalezas: desea ser un santo como un criminal astuto. Todavía tiene algunos comportamientos infantiles, su devoción por la caja musical o que en el bar ordena un vaso de leche. El hecho de que Archibaldo se corta al afeitarse representa que no ha logrado superar eventos de su infancia. Hacia el final del filme, cuando Archibaldo se deshace de la caja musical, el personaje no sólo cierra con la pulsión erótica-criminal sino que entra a un estado aparente de adultez.
El deseo en Ensayo de un crimen actúa como lo reprimido y frustrado durante la infancia. Sin embargo, parece este deseo es incompleto: no es el hecho de que Patricia o Carlota estén muertas sino que la causa de su muerte sea Archibaldo y nadie más que él. Su deseo es una frustración por no alcanzarlo pero también es una liberación. En un primer momento, cuando en lugar de asesinar a Lavinia, ahorca a su maniquí, lo arrastra del cabello, y lo quema. No es la Lavinia real sino su maniquí, la imagen fabricada de ella, la copia, la otra. Y con este asesinato, Archibaldo recibe gratificación pero no liberación. Lo que parece sugerir la película es que esa liberación está en la abstención del deseo. Sin embargo, el deseo parece jugar un rol más importante: el de nunca completarse, el de siempre quedar insatisfecho, el de siempre repetirse, el de nunca acabarse. Archibaldo, del deseo, jamás se podrá liberar.
Notas: (1) Peñuela, “Consideraciones sobre las etimologías iconográficas en películas de Buñuel”, 2004, p. 87 (2) Radillo, Guinto, “Luis Buñuel: una mirada al deseo femenino”, 2004, p. 52
Bibliografía:
PEÑUELA CAÑRAL, E., “Consideraciones sobre las etimologías iconográficas en películas de Buñuel”, en Buñuel y las fronteras del deseo, Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004, pp. 77-110
RADILLO, O., GUINTO, J., “Luis Buñuel: una mirada al deseo femenino”, en Buñuel y las fronteras del deseo, Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004, pp. 10-61.
Filmografía:
Luis Buñuel. Ensayo de un crimen. 1955
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