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Pervertir lo erótico. Análisis de "Trouble Every Day" de Claire Denis.

Por Isaac Piña.

En el año 2001, la genial realizadora francesa Claire Denis inscribió su nombre en la corriente no oficial del “Nuevo cine extremo francés”, un grupo en el que podemos encontrar películas de terror como “Martyrs” (Francia, 2008, Laugier) o dramas feroces como “Irréversible” (Francia, 2002), del amado y odiado Gaspar Noé.


Como puede adivinarse por el mote, este “nuevo cine” giró alrededor de un puñado de películas con contenido violento rodadas en Francia entre mediados de los 90 y principios de los 2000. El punto de encuentro de estas películas, además del país, era la violencia explícita presente en la narrativa, fuese como parte de la historia o como una decisión de estilo por parte del director.


Amén de los filmes mencionados, otras películas destacables son “La vie de Jésus” (Francia, 1997, Dumont), “Baise-moi” (Francia, 2000, Despentes), “High Tension” (Francia, 2003, Aja) y “Demonlover” (Francia, 2002, Assayas).


El género de terror (u horror) es el utilizado con más frecuencia, lo cual resulta lógico en razón de su recurso a la violencia gráfica. De igual manera, lo impactante de las películas podría encontrarse en el contenido sexual (también explícito), en el argumento o en la forma estética propuesta por el realizador.


Claire Denis imprimió su sello particular con “Trouble every day”, una exploración sensible, tanto de la violencia como de la sexualidad, desarrollada a través del relato escueto acerca de los Brown, una joven pareja de recién casados que viaja a París por su luna de miel, una ocasión especial oscurecida por los problemas físicos y mentales que alteran al esposo, el doctor Shane.


A la par de los pormenores de los esposos Brown, Denis disecciona a otra pareja y pone especial atención en la deteriorada salud de Coré, la esposa del doctor Léo Semenau, quien sufre la misma rara enfermedad de Shane pero en un estado mucho más avanzado.


La enfermedad, dentro de su incógnita, abarca una tríada temática formada por el sexo, la fidelidad y el canibalismo.

Hay un hilo invisible que conecta esos tres conceptos; sin embargo, el hilo es fino y es difícil identificar con precisión la naturaleza del entramado. El nexo más visible es sin duda el acto sexual; no obstante, podríamos concluir que el erotismo constituye el vínculo más profundo que une estos conceptos.


Denis trabaja con el estilo más que con el guión, ya que la cámara desempeña un rol clave en la creación de un lienzo del estado anímico de los cuatro personajes (las dos parejas); un tira y afloja entre ocultar la enfermedad, cuidar (y proteger) al enfermo y tratar de sobrellevar la relación, y por ende el amor que los amantes se profesan.


Pero ¿cómo se ama sin pasión? Lo propuesto por Shane es querer a June (su esposa) con frialdad, a la distancia, siendo partícipe de sus paseos, de sus juegos y de una que otra caricia o beso, pero al fin y al cabo sin intimidad, negando tanto a ella como a sí mismo el placer o la pasión.


Por otra parte, el doctor Léo Semenau debe lidiar con saber los pormenores de la enfermedad de su esposa, en este caso expresando su afecto por medio de cuidados, protocolos de seguridad y un amor absoluto que se manifiesta en su incapacidad de matarla, ni por piedad ni por prevenir un daño mayor a ella o a otros.


Y sin embargo, “Trouble every day sigue siendo una película de horror. Coré, la caníbal, abre la película con un calculado asalto a un camionero y si bien la secuencia sucede fuera de cuadro, la sangre que gotea por múltiples puntos del cuadro que compone Denis es una “probada” del brutal clímax con que cerrará el filme.


Coré actúa por y para el sexo; es su motor así como su mayor arma. La consecuente tragedia estriba en no poder gozar de su pasión e intimidad con aquel a quien ama, su pareja el doctor Léo.


Denis propone una radiografía moderna, melancólica y dolorosa del mito del monstruo; no aquel psicópata irreal o el poseído o el demonio o el fantasma que las películas han usado hasta el hartazgo, sino que deconstruye la figura del canon y crea un monstruo moderno que sí, es sanguinario y cruel, pero cuyo atractivo procede de la tragedia que encierra.


En el caso de Coré la tragedia es perder su humanidad; no por su hambre feral, impulsiva, primitiva, sino porque Coré deja de ser humana al ser incapaz de exhibir la faceta sexual de su amor.


Su amor está incompleto pues a pesar de tener conciencia de quién es ella y quién es Léo, esa misma realización de saberse amada (y con la capacidad de amar) pero con una sexualidad atrofiada (degenerada) es la razón de su demencia.


De esta manera, Denis crea un contrapunto con Shane, que aunque se encuentra en una misión contrarreloj, todavía puede salvar su “yo” sexual y por tanto su amor por Jane, quien ahonda los problemas de Shane al desconocer si su esposo se encuentra enfermo o sencillamente no la quiere.


“Trouble every day” propone una paradoja acongojante acerca de cómo la carne (desear lo físico) es el inicio y el final de los problemas del amor (el espíritu y la mente).


Denis compone sus secuencias con una profunda noción de lo estético, y la precisión con la que manipula la puesta en cámara dota de una fuerza narrativa vital a numerosos cuadros cinematográficos. La contundencia de la fotografía es potenciada por la sensibilidad con la que la directora deja respirar las escenas gracias al montaje.


La agudeza de la realizadora francesa puede disfrutarse (y aplaudirse) en varias secuencias que encierran los conceptos básicos del filme y las las contradicciones con las que los cuatro personajes batallan, sobre todo Shane con el problema de su matrimonio.


Una de las secuencias sucede hacia la mitad del filme, y es ahí donde observamos las repercusiones de otro ataque de Coré.


Al igual que ocurre al inicio de la película, el asesinato no es más que sugerido por la sangre en el suelo o el pastizal, los coches abandonados y el rostro satisfecho pero confundido de Coré a la espera de que Léo se haga cargo de la limpieza del crimen.


Tras el episodio fatal y el posterior encubrimiento de la agresión homicida, Léo y Coré comparten el mayor momento de intimidad de la película. El doctor Semenau baña a su esposa con sumo cuidado, recorriendo con suavidad el cuerpo desnudo de la mujer mientras se esfuerza por limpiar la sangre seca ajena.


Visto desde otro ángulo, podemos decir que Léo está “purgando” la infidelidad de su mujer al mismo tiempo que está atendiendo su enfermedad. Encima de todo, recordemos que éste es un testimonio de la exigua intimidad que la pareja todavía se permite “disfrutar”.


Es particularmente cautivante observar la forma en que la “monstruo” se aferra al contacto mínimo de su esposo, a la par que pide clemencia y expresa con triste franqueza su deseo de morir.


El baño de Coré exhibe no sólo varios niveles de significado, sino también hace las veces de recurso narrativo pues en un montaje paralelo vemos que el via crucis de Shane se agudiza al sorprender a Jane relajada en la tina dándose un baño.


En una suerte de efecto Kuleishov, la cámara se con- vierte en la mirada de Shane contemplando el cuerpo desnudo, desprotegido, frágil (virginal) de Jane y la toma correspondiente es la gesticulación de él al observarla.


El rostro de Shane es un mapa que se torna poco a poco en la viva imagen de la paradoja contenida en la obra. Como es natural, él desea a Jane pero no puede permitirse sentir el anhelo sexual y el mero hecho de haberla encontrado así le provoca asco, temor y placer.


Resulta arrebatadora la fluidez con la que Denis nos conduce por su retrato de la crisis emocional y erótica de ambas parejas.


En cada secuencia somos violentados por la pasión con la que actúan los personajes, un frenesí que sin embargo es reservado para la brutal secuencia final, de ahí que su condición de tormento mudo nos estimule aún más. Porque así como nos seduce con largas tomas y prime- ros planos que diseccionan las tensiones figurativas y literales de la piel, también nos advierte con la interacción entre personajes de los peligros de la libido exacerbada, y nos señala la naturaleza de conquista y consumo inherente en el deseo de poseer al otro.

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