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Entre la soledad y el deseo (los demonios de Buñuel)

  • Foto del escritor: Casa Negra
    Casa Negra
  • 1 ago 2019
  • 5 Min. de lectura

Por Brandon Axel

Era blanca y de pelo negro, la vislumbre por las calles viejas de este lugar, mi mente en aquel entonces de adolescente errante y difuso emocionalmente colapso en un momento donde no creía que las señales divinas fueran reales incluso si un Dios todopoderoso creador del cielo y de la tierra y demás existiera, recuerdo que antes de fijarme en ella percibí el sonido de su voz, cálido y lleno de una gran dulzura, en esa ocasión fue que mi mirada fijó la atención en su silueta, en sus grandes ojos color marrón que iluminaron un poco mi rostro caído, inundado de tanto desasosiego y vacío. Hasta ese día comprendí que aún había un poco de esperanza para el mundo cruel que hasta ese entonces yo concebía y lo sigo haciendo, trate de sostener la mirada un par de minutos más sobre su figura pero no pude, fue tanto mi impacto que regresando a mi casa, no comí ni cene, no hable con nadie ni una sola palabra, simplemente me encerré en mi habitación y solo quería dormir para soñarla, para hablar con ella y de ella y tocar su mano, dicen las personas que el amor surge de una primera impresión, pero para mí hablar de amor siempre ha sido un laberinto sin respuestas, sólo sé que en un día común en los cuales no esperaba algo que me sorprendiera la vi y todo aquello que estaba estático dentro de mí volvió a girar. Esa noche fue tan larga y extraña, el sueño se desvaneció de mi cuerpo y escuchaba a los niños de la vecindad aledaña gritar de dolor, clamar por un poco de piedad, los vecinos que conocían a mis padres les decían que casi todos los días a los infantes los golpeaban por no llevar la suficiente cuota, si, estos muchachillos los usaban los dueños de dicha cárcel para que estos pidieran limosna y así darles un techo y con suerte un poco de comida, entre la oscuridad y los gritos, por ahí se complementaba el sonido ambiente con un canto de desamor de un borracho solitario, toda la sonoridad de mi calle me hizo pensar ¿cómo es que todos los humanos cargamos rocas de diferentes pesos?, mientras alguien sufre otro sonríe, mientras alguien nace otro se apaga, una persona odia y la otra quiere, perder y ganar, bueno o malo, todo absolutamente todo está en dos caminos, y cuando solo quería escapar de esta realidad llena de dicotomías y oscuros matices es ahí cuando entras tú, quisiera arreglar el mundo y la vida de todos pero aún no sé quién soy ni para qué vine, recostado en mi cama y mirando el techo esas ideas venían a mí y me inundaban, con cierto reclamo exclamaba dentro de mí a una deidad el ¿por qué hay tanta desigualdad en todo? Creo que desde esa madrugada me alejé más de mis creencias y a la vez necesitaba la figura de alguien superior para confiar en que no todo estaba perdido, para darle sentido a la vida que en esencia no lo posee, nuestros deseos son el motor para que cada quien realice algo con el tiempo que uno posea y después de tanto divagar, mi existencia tenía sentido, el volverte a encontrar en persona o en un vago recuerdo.


Al día siguiente me levante con la cara de desvelo e incertidumbre, mediodía pensándote y tratando de resanar las grietas que me había causado pensar en el mundo en el que vivo con tu imagen que no me permitía por ningún motivo borrarla. Recuerdo que era día domingo, desayuné un poco y me salí a rondar nuevamente por aquella calle en la cual me deslumbraste, pero no había nada, calles con rostros nuevos y ni un rastro de ti, traté de hacer charla con las personas que residían por el sitio en el que te hallé, pero nadie sabía nada, esa misma noche mi único objetivo era soñarte, y hacerme la idea de que platicaba contigo y conocía parte de ti, así día tras día en distintos lugares, mi conciencia, mi anhelo de estar a tu lado recreaba situaciones cómodas o una que otra aventura por algún sitio recóndito del mundo con tal de verte viva aunque sea como una idea un tanto distante pero tan amarrada a mi psique, fueron muchas horas las que te soñé y de las veces que recuerdo que tuve visiones deformadas y ajenas a ti fue cuando me encontraba en estado de ebriedad ante la desilusión de que no te volvería a ver, caí en un letargo sumamente profundo aquella vez y esa sensación de un deja vu se manifestaba con fuerza ante la imagen de una habitación sombría parecida a la de un cuarto de hotel, mi mano trataba de prender la luz y al hacer contacto con el apagador todo se iluminó de escarlata, me parecía una atmósfera cautivante y pasional, observe mis manos y estás se encontraban un poco más arrugadas, no lo pensé y decidí levantarme de la cama y verme al espejo que se situaba en la alcoba, me vi más viejo, era yo semidesnudo en un sitio totalmente desconocido y asombrado me quedé hasta que escuche el sonido de la manija de una puerta abriéndose y entonces entraste con tu piel de luna vestida de una forma tan sensual, que ¿quién podría tener una voluntad tan poderosa para no rendirse ante ti?, al igual que yo el tiempo había pasado en tu cuerpo de una forma tan bella, tan perfecta, sigilosamente te acercaste hacia mí y como un loco te tome de la cintura acariciándola lentamente y te bese de forma compulsiva y feroz, todas mis ganas reprimidas se borraron de mi conciencia, sentía como mi espíritu se liberaba en ese instante, en un beso tan largo que nos llevó a ambos a desvestirnos y al acto sexual con desenfreno, podía escuchar los sonidos de ambos inundados de placer pero en toda esa magia se percibían miradas, carcajadas, gritos, pétalos caían, los gemidos se intensificaban, sus largas uñas arañaban mi espalda, la sangre que resbalaba de las heridas se vertía sobre la cama y aquellas pequeñas manchas se expandían tan rápidamente hasta teñir de rojo las sábanas, una sensación de que flotábamos como una balsa sobre agua se experimentaba en el cuarto, las paredes y el techo comenzaban a colapsar, ambos nos despertamos, recuerdo ver tu cara llena de miedo y como consuelo te abracé y te di un beso nuevamente en la frente, diciéndote que todo estaría bien, el espejo frente a nosotros se quebraba, el agua subía y subía de nivel, ambos abrazados y atrapados cerramos los ojos, esperando el mejor final que para mí era morir en tus brazos, el agua cubrió por completo la zona y al sentir esa incapacidad de respirar, desperté. Aquel sueño fue la culminación de mi personalidad más pasional donde sacaba mi lado más carnal y obsesivo ante ti, ante la desesperación de que jamás te iba a tener y que había construido una guarida en la cual estaba atrapado y perdido en ti, pero no quería salir de ahí, sin embargo, ni el pasar de los años pudieron liberarme completamente de tu ser. Ahora que soy viejo y he pasado por tantas situaciones, suelo pensar que quizá nunca fuiste real y que apareciste en un momento donde necesitaba encontrarle rumbo a mi vida y a veces juego en mi cabeza que te volveré a encontrar con otro rostro y que a pesar del paso del tiempo esos ojos marrón jamás su brillo se apagaran en mi memoria, siempre fui una persona solitaria que pudo sobrellevar tu recuerdo, a veces renegaba contra Dios por no darme la oportunidad de hallarte a pesar de que te seguí buscando, y qué más da si al final me resigne, pero como he dicho desde aquella ocasión que te vi “entre la soledad y el deseo siempre estarás tú”.

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