Andrei Tarkovsky: Un cine como resultado del espíritu del hombre
- Casa Negra
- 8 may 2019
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El arte incide sobre todo en el alma de la persona y conforma su estructura espiritual.
Andréi Tarkovsky

El pintor y teórico ruso Wassily Kandinsky dejó plasmado en su tratado Lo espiritual en el arte la idea que éste se crea y se transforma no desde la materia, sino de la ausencia de la misma, como el espíritu del hombre. A partir de esto el ser humano transforma la materia a su alcance e interpreta su entorno con base en él. Lo que este autor afirma es que todas las expresiones pueden llegar a ser auténticamente artísticas cuando cumplen con una finalidad expresiva que se convierte en alimento espiritual, tratando del espectador encuentre una relación con su alma. (1)
Esto en un primer acercamiento podría leerse demasiado ambiguo, y en parte lo es. Pero tratando de simplificar la idea de Kandisnky se puede decir que para él una expresión espiritual es aquella que logra plasmar la majestuosidad de la sencillez humana, llamando a esto como arte que se convierte en un movimiento complejo pero determinado, traducible a términos simples, que conduce hacia “adelante y hacia arriba”. Este movimiento es el del conocimiento el cual puede adoptar muchas formas, pero en el fondo mantiene siempre un sentido interior idéntico, el mismo fin, el de la expresión humana. (2)
Con lo anterior podemos vislumbrar que una obra de arte es un juicio pleno sobre la realidad junto con todo lo que esta abarque, cuyo valor se mide por el grado en que consiga expresar la individualidad humana en relación con lo espiritual, y el cine creado por Andréi Tarkovsky se caracteriza por su cercano contacto con la espiritualidad, el amor, los recuerdos, la expresión, lo onírico, la violencia y expresividad humana. Expresando en su trabajo que la creación artística es una verdadera entrega de sí mismo en el sentido más trágico de la palabra, como él lo dice. Convencido de que si el arte trabaja con los jeroglíficos de la verdad absoluta, cada uno de estos es una imagen del mundo, incluido de una vez y para siempre en la obra de arte.
El notable convencimiento de Tarkovsky acerca del arte se logra observar en todas sus películas en las que se expresó a través de las imágenes pero también lo plasmo en uno de los más completos tratados sobre el arte, Esculpir en el tiempo: Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del tiempo, en donde desarrolla toda su filosofía y su particular forma de articularse a través del cine y el arte en general:
“Estoy a favor de un arte que dé al hombre esperanza y fe…el arte simboliza el sentido de nuestra existencia… en todas mis películas me he esforzado por establecer lazos de unión que aúnen a las personas… me ha resultado importante el tema de mis raíces, de mis lazos con la casa de mis padres, con la niñez, con la patria, la tierra… los dramas de mis películas surgen de las crisis interiores de los personajes, pero las crisis interiores son un signo de salud, no suponen otra cosa que un intento de volver a encontrar el propio yo, de conseguir una nueva fe. Entra en una crisis interior todo aquel que se plantea problemas intelectuales”. (3)
Para Tarkovsky el cine es un medio en el que se puede expresar lo más profundo del ser siempre y cuando esta se enuncie con sinceridad, que éste no busque más que la verdad. Así este autor deja entrever tantos sus intereses como preocupaciones permeadas por su tiempo, contexto y espacio. Entregando una opinión muy particular sobre el arte y quien se enfrenta a él.

Para el cineasta ruso una de las características más tristes de nuestro tiempo es que la mayoría de las personas definitivamente quedan separadas de todo aquello que hace referencia a una reflexión sobre lo bello y lo eterno. Para él, la moderna cultura de masas a la que llama una “civilización de prótesis” está pensada para el consumidor, afirmando que mutila las almas y que cierra cada vez más al hombre en el camino hacia las cuestiones fundamentales de su existencia, hacia el tomar conciencia de su propia identidad como ser espiritual. (4)
Con esto se refiere a la incapacidad de crear una visión individual que exprese un sentir personal sin ser mediado, impuesto o inducido por alguien más, algo realmente complicado en un medio como el cine. Tarkovsky cree en el “sentimiento” para enfrentarse a una obra de arte tanto como espectador como creador y defiende la idea de que es una condición imprescindible para la recepción de una obra, el estar dispuesto y ser capaz de tener confianza, fe, en el arte y en el artista. Aunque en ocasiones resulte difícil superar el grado de incomprensión que nos separa de una imagen poética perceptiva exclusivamente por el sentimiento, tal es el caso de su cine. O como él lo ve, como una expresión ciertamente individual con un génesis personal al que la compara y la llama “la fé verdadera en Dios”, esta expresión de “fé” presupone una actitud interior especial, un potencial específico, puro, espiritual.
Así es como el director muestra una preocupación en sus ideas y las traslada a su quehacer, con una necesidad de presentar al cine ciertamente como una expresión artística en la que se pueda mostrar de tal manera que conecte con quien se postra frente a su obra, de conectar más allá de lo que representan las imágenes que se muestran en la pantalla y desmaterializarlas a tal punto que las mismas expresen la espiritualidad que hay en ellas. Alejando con esto, y en sus propias palabras, “al arte del camino errado que lleva a este solamente a la mera autoafirmación alejándolo de la búsqueda del sentido de la vida. Que solo lleva a la llamada tarea creadora una rara actividad de excéntricos, que buscan tan solo la justificación del valor singular de su egocéntrica actividad”. (5) Esta idea la desarrolla de esta manera:
Lo bello queda oculto para aquellos que no buscan la verdad. Precisamente el vacío interior de quien percibe el arte y lo juzga sin estar dispuesto a reflexionar sobre el sentido y la finalidad de la existencia de éste, ese vacío seduce más de la cuenta y lleva a una fórmula vulgar y simplista, al “No gusta” o “No me interesa”. Un argumento fuerte, pero es el argumento de quien ha nacido ciego e intenta describir un arcoíris. Queda absolutamente sordo al padecimiento que sufre un artista para comunicar a los demás la verdad que experimenta en ello. (6)

Como lo vimos al comienzo, esta preocupación es sustentada por el pintor Kandisnsky afirmando que en el arte existen dos conceptos en la expresión artística, belleza exterior y belleza interior (a la que Tarkovsky se refiere como fé en Dios). La primera es sólo un portal, una máscara. Cuando más claramente se distingue la belleza exterior en una obra, más gente la admira, aunque para el cineasta esta gente es “vulgar”. La belleza exterior es lo que llamamos “bonito”. En cambio, la belleza interior es más difícil de comprender, por eso según este autor sólo la entienden pocas personas, a veces incluso una sola, porque este concepto tiene un significado espiritual.
Esto lo expresa de tal manera que para él el objetivo de cualquier arte consiste en explicar por sí mismo y a su entorno el sentido de la vida y de la existencia humana, y así lo aborda:
Es decir: explicarle al hombre cuál es el motivo y el objetivo de su existencia en nuestro planeta. O quizá no explicárselo, sino tan solo enfrentarlo a este interrogante… Una y otra vez el hombre se pone en relación con el mundo movido por el atormentador deseo de apropiarse de él, de ponerlo en consonancia con ese su ideal que ha conocido de forma intuitiva. El carácter utópico, irrealizable, de ese deseo es fuente perenne de descontento del hombre y del sufrimiento por la insuficiencia del propio yo. El arte y la ciencia son, pues, formas de apropiarse del mundo, formas de conocimiento del hombre en camino hacia la “verdad absoluta”. (7)
Estas ideas, al igual que algunos otros pocos realizadores las plasmó en su medio, ya que el cineasta ruso lo percibió de una manera muy particular, como algo más que una mera industria o un entretenimiento, lo vislumbró como un acto poético que permite al espectador enfrentarse a su propio destino, a través de su condición histórica, su angustia por el desamparo ante la muerte, su búsqueda del destino desde el pasado, la percepción de la inmensidad y la belleza del paisaje, la entrega por amor, la desilusión por el hallazgo de la nada, lo que constituye la existencia en sus múltiples posibilidades e imposibilidades, que reaparece una y otra vez en alguna expresión artística que necesita alcanzar una verdadera certidumbre, en este caso, su cine, que desarrolló como acto poético y lo dejó escrito de una manera certera:
“La poesía para mí es un modo de ver el mundo, una forma especial de relación con la realidad… ella es precisamente la que hace participar al espectador del conocimiento de la vida, porque no se apoya en conclusiones fijas partiendo del tema, ni en rígidas indicaciones del autor. En las imágenes el artista se revela no sólo como un investigador de la vida, sino también como un creador de altos valores espirituales y de aquella especial belleza que sólo corresponde a la poesía la veracidad interna reside no sólo en la fidelidad a los hechos, sino también en la representación fiel de las sensaciones”. (8)
Así es como para Tarkovsky, no solo el cine sino el arte en general tiene una función profundamente expresiva interpersonal que desarrolla uno de los aspectos fundamentales de la meta creativa. (9) Que si se expresan de manera efectiva, un hombre se puede topar con una obra que logra resonar dentro de sí la voz que también inspiró al artista.
Con esto el cineasta ruso se adentra en la relación entre el artista y el público, afirmando que el artista que permanece fiel a sí mismo y se mantiene independiente de lo tópico crea nuevas percepciones y eleva la capacidad de entendimiento de las personas. Expresando el ideal moral de su tiempo, siendo así que para este realizador el arte triunfa sobre la “infame” y dura verdad, reconociéndola claramente como lo que es, en nombre de su propio propósito sublime. En este sentido, casi se podría decir que el arte para él es algo religioso, en cuanto que está inspirado por el compromiso con una meta más alta. El arte para él no puede estar desprovisto de espiritualidad.
Así es como la espiritualidad es parte fundamental para entender el concepto del arte en el cine y en la poesía de Tarkovsky que se muestra imagen tras imagen en las que hay una especie de motivación transcendental que impulsa al hombre para alcanzar la perfección representadas en los sueños, las apariciones, las esperanzas, las intuiciones y los recuerdos que apuntan hacia una comprensión espiritual y artística de la humanidad.

Notas
(1) Kandinsky Vassily, De lo espiritual en el arte, Paidós Estética, 2006.
(2) Ibid., p. 13.
(3) Tarkovsky Andréi, Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del tiempo, Ediciones Rialp, Madrid, 2002.
(4) Ibid., p. 66.
(5) Ibid., p. 62.
(6) Ibid., p. 65.
(7) Ibid., p. 59-60.
(8) Ibid., p. 43.
(9) Ibid., p. 212.
Por José M. Delgadillo
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